Tuesday, June 24, 2008

Sueños

Mi hermana me dice por el chat que soñó que manejaba un camión. Gisela me escribe y me cuenta que soñó que estábamos festejando mi cumple en un bar de Rosario, que ella después se iba y que al día siguiente se iba a navegar, que yo la llamaba desde Buenos Aires diciéndole que me iba en un rato y ella lloraba de rabia (me encantó esa idea, esa sensación, esa forma de ponerlo, llorar de rabia). Y yo ayer me quedé dormida en el sofá, con mucho calor, y soñé que venía un ex, o me llamaba, y me decía yo voy al cine con vos. Porque, cuando me despertase, iría al cine y sabría que el novio que tengo ahora no iría conmigo, que ni siquiera lo recordaría. Y el ex, en el sueño, me decía, ya sabés que el otro no va, dale, voy con vos. Y me desperté, llamé al novio, le dije que lo llamaba porque había tenido una pesadilla (lo cual no era del todo mentira). Él no se acordaba del cine, ni sabía a qué hora era. Y no fue al cine, claro.

Tuesday, June 10, 2008

Extricarse (o: Los hombres de mi vida están del chupete)

No sé si a todo el mundo le pasa, en alguna medida, esto de tener que dejar de ser un ser pensante, aunque sea por un rato. A mí sí. Todos los días, aunque sea por un ratito, tengo que leer algo que me apasione y lleve a otro mundo, ver la vida desde otros ojos, a la Malkovich. No ser, no pensar, apenas existir. No pienso, luego no existo: ¡vive la liberté!

A mi rúmeit le pasa así, pero en su caso se manifiesta en ser esponja humana. El domingo, cuando abrió la puerta de su cuarto a eso de las 3, casi me tumba el vaho de alcohol pasado. Semirrecostado en el sillón, me cuenta de su entrecortada noche de sábado. "It was lots of fun!", dice, aunque yo me pregunto cómo puede saberlo si (a) no se acuerda de casi nada, y (b) la evidencia en su cara, codos y mentón a todas luces indican que se peleó con alguien, probablemente el asfalto. Vale, cada uno...

Ahora cuando me golpean la puerta de la pieza a eso de las once del mismo, y al abrir me encuentro teta à téte con un cana bajito (ay, qué miedo me da la gente que elige por profesión llevar un arma) que quiere charlar de los sucesos del día anterior, me entra la preocupación. A Stefan le están tomando la declaración en la otra habitación, y yo aporto lo poco que puedo ("no vi a nadie, no escuché nada"). Después salgo de la casa (una calor con los dos donut-lovers y los 100 Kg de puro músculo alemán) pero alcanzo a ver que le toman una muestra de ADN. Ponen toda su ropa de cama y de propia que había usado la noche anterior (y ya había lavado - lo cual sería sospechoso si yo no supiera que es un enfer del limpior personal) en grandes bolsas de papel. Revuelven la basura. Me preguntan para qué son los remedios en el cabinete. Y más muestras. Y más declaraciones. Y llegó un tercer auto de policía. Stefan desaparece, y cuando el cana que quedó haciendo guardia en el depto me dice "dón guorri, no lo vamos a llevar preso", me hago la canchera y le contesto "más les vale, si no quién paga el alquiler".

En conclusión, que está muy bien salirse de uno de vez en cuando. Pero cuando eso te lleva al interrogatorio porque una chica con la que aparentemente pasaste la noche (porque te despertaste y ahí estaba) hace la denuncia de que quizás le metiste droga para aprovecharte; entonces, cómo diría Lula, jiuston, tenemos un problema. ¿No les parece?

Lo mejor es que en el fondo no está preocupado. No cree que esto de empedarse pa relajarse sea un problema. ¿La razón? Que un amigo le dijo que se te pasa cuando tenés hijos. Ajá.

Hablando del tema de hijos, tengo otra historia de locos, esta vez de una mujer. ¿Será que los expats están del tomate, y no sólo los hombres? Muriel (también conocida como la rosarina que sólo sale con negros - "When you go black -dicen que dice- you don't go back") salió con un flaco de Indianápolis por unos seis meses. El día que se mudan juntos, después de unas 5 horas de su llegada, el muchacho tiene a bien decirle "Get your shit, and get the fuck out of my house". ¿Ella lo deja? No, le pide disculpas. Lo llama y rellama hasta que el le concede, con gesto magnánimo, seguir juntos. Esa misma semana, él empieza a gastar como loco en la tarjeta que está a nombre de ella. Se ven cada vez menos, él no la llama nunca y la mayor parte de las veces no contesta sus llamadas. ¿Lo deja? No. Fastforward a hoy: El flaco le debe (por la tarjeta y por plata que ella le prestó anteriormente) unos 4000 dólares. ¿Se busca un abogado? Claro que no, hombre. Y pará que es mejor. No es la primera vez que le pasa. El verano pasado, después de una relación fallida muy parecida, quedó con 3k de deuda. A lo que yo le digo: tu problema es que lo único que te importa es estar con alguien. Por qué no tratas de ... no sé... explorarte, empezá macramé y tomá clases de salsa, leé, qué sé yo... fijate cómo podés ser más autosuficiente. Ya traté, dice ella.

Silencio.

¿Y si tengo un hijo?

(Ni les cuento mi cara.)

Sí -prosigue frente a la tácita respuesta de NAAAAAH-, ya sé. Pero por ahí es una solución. ¿No?